martes, 10 de abril de 2007

Articulo interesante : estres y deseo sexual

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Un exceso de ansiedad imposibilita tener relaciones sexuales satisfactorias. La falta de deseo sexual no es un estado pasajero que ‘como viene se va’, sino una enfermedad según la Organización Mundial de la Salud, que en su clasificación de patologías la encuadra dentro de las disfunciones sexuales no orgánicas con el nombre de Ausencia o Pérdida del Deseo Sexual. Esta falta de interés para emprender relaciones sexuales, desechadas las causas médicas o fisiológicas (problemas endocrinos, trastornos hormonales, insuficiencia renal o tratamientos farmacológicos) y las psicológicas (una educación excesivamente estricta o baja autoestima, por ejemplo), se encuentra muy a menudo ligada al modo de vida de quien padece apatía sexual. El estrés, el exceso de cargas laborales o familiares y la incapacidad para afrontar la ansiedad que estas situaciones generan explican a menudo la inapetencia sexual.
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Establecer prioridades claras: No siempre está en nuestras manos
eliminar preocupaciones como enfermedades, problemas económicos o familiares. Pero sí depende de cada uno de nosotros ‘saber vivir a pesar de’, poniendo un orden de prioridades y dando a cada situación y problema la importancia que merece, no más.
Cómo afrontar el problema en pareja Los médicos consultados aconsejan seguir estas pautas para hacerle frente al problema que supone la falta de apetito sexual:
• Fuera prisas: No hay que tener apremio por volver a mantener la vida sexual normal, ya que puede generar más ansiedad en la persona afectada.
• Diálogo: Como para cualquier otra situación de crisis por la que atraviese la pareja, la comunicación y compartir el problema entre los dos miembros es lo más importante.
• Análisis: Observar con calma la situación para abordar las posibles soluciones, sin provocar un drama por un cambio circunstancial en los hábitos sexuales de la pareja.
• Imaginación: Es importante mantener un poco de suspense en la pareja, que no se pierda la “magia” de los primeros encuentros. A largo plazo, la seguridad adormece los instintos y si la tensión acumulada es muy grande aún se anestesian más.




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